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miércoles, 23 de marzo de 2011

EL CONEJO GIGANTE DE MENORCA

Hace pocos días aparecía una noticia curiosa en la prensa sobre un descubrimiento realizado por investigadores del Instituto Catalán de Paleontología y publicado en la revista científica Journal of Vertebrate Paleontology.
Se trata del descubrimiento de un antecesor del conejo de monte que hoy conocemos, que vivía en Baleares hace 5 millones de años, el Nuralagus rex.
Era un conejo de gran tamaño, 10-15 kg, de lento movimiento e incapacidad para el salto, con ojos pequeños y menos lateralizados que el conejo de monte, cerebro pequeño en proporción a su tamaño y orejas cortas. Todos estos datos hacen pensar que este lagomorfo vivía en un entorno en el que los depredadores eran escasos y, de ahí, lo interesante de la investigaciones paleontológicas, que nos ayudan a interpretar, en gran medida la evolución que sufrida por las especies en general y por nuestro conejo de monte en particular, durante unos cuantos miles de años.
Esta evolución se ha basado fundamentalmente en la necesidad que ha tenido el conejo de monte de ir desarrollando habilidades que le han permitido ser un eficaz detector de las amenazas presentes en su entorno. Así, ha reducido su tamaño corporal para incrementar su agilidad de movimientos, ha desarrollado grandes ojos lateralizados que le permiten un mayor campo de visión, sus orejas han alcanzado un importante tamaño y son móviles, lo que hace que puedan ser eficaces detectores de sonidos en su medio y, en definitiva, ha sobrevivido a las más de 30 especies de predadores que son capaces de alimentarse de conejos de monte, además, claro está, de nosotros mismos.

Esta evolución es dinámica y continúa, y podemos pensar en algunos ejemplos como la conocida adaptación en las tonalidades del pelaje en función del tipo de hábitat donde se encuentren los conejos o la capacidad de adquisición de una cierta resistencia a los virus de mixomatosis y enfermedad hemorrágico vírica que van consiguiendo algunas poblaciones, a pesar de la agresividad inicial de cepas que provocaron una casi total desaparición de estos lagomorfos de muchos territorios.
Por ello, esperamos que el conejo de monte siga siendo capaz de continuar evolucionando y adaptarse a todos los peligros que le acechan para permitir que nuestros hijos y nietos puedan seguir disfrutando de su presencia en entrañables jornadas de caza.

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