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jueves, 7 de abril de 2011

LA GESTIÓN FORESTAL Y EL CONEJO DE MONTE

Ya se ha reiterado en múltiples ocasiones que la alteración de los hábitat es uno de los principales problemas para la recuperación del conejo de monte en numerosas zonas.
Casi siempre que pensamos en alteraciones de hábitat, al menos en Tierra de Campos, nos viene a la cabeza la deforestación, las concentraciones parcelarias y la destrucción de linderos, bosquetes y ribazos que antes eran hábitat ideal no solo para el conejo de monte, sino también para perdices, liebres e, incluso, otras muchas especies no cinegéticas.
Sin embargo, en otras ocasiones la perdida de hábitat se debe a todo lo contrario, a políticas de reforestación agresivas, basadas en repoblaciones masivas con pinos de diferentes especies pero objetivo común, un crecimiento rápido para un posterior aprovechamiento maderero fundamentalmente, ó a la práctica de bruscos desbroces y podas forestales sin la retirada posterior de los restos generados, que provocan esta destrucción de hábitat.
En primer caso porque, en general, la presencia de pinos, como ejemplar elegido fundamentalmente para cualquier recuperación forestal, al menos hasta hace poco tiempo, genera tanto de forma directa como indirecta una destrucción de hábitat por impedir el paso de luz al suelo y por provocar una acidificación del terreno y un empobrecimiento del mismo hasta dificultar o casi impedir el crecimiento de otras especies vegetales comestibles para el conejo. Todo esto se ve fomentado además porque previamente a la reforestación normalmente se hacen laboreos muy profundos sobre el suelo que destruyen la capa superficial fértil.
En el segundo caso, cuando se trata de bosques más antiguos y cerrados y se realizan desbroces y podas y éstas no son retiradas sino que, en el mejor de los casos se trituran in situ y en el peor ni eso; al efecto de suelos pobres y ácidos se le añade el efecto de la maleza acumulada que dificulta los movimientos de los conejos y la vigilancia continua que deben realizar ante la eventual presencia de algún predador, lo que provoca el desplazamiento de las escasas poblaciones que pudiera haber en la zona provocando su desaparición.
Por todo ello, es fundamental conocer la situación de nuestros montes y valorar la posibilidad o no de albergar poblaciones estables de conejo en esas zonas, de modo que, si las hay por tratarse de bosques mixtos no excesivamente cerrados que permiten la presencia de vegetación herbacea entre los árboles debemos evitar laboreos agresivos que deterioren el suelo fértil o podas que no garanticen la retirada posterior de los restos y, si no hay poblaciones de conejo porque el hábitat está ya muy deteriorado, el suelo muy acidificado y no crece alimento, no debemos empeñarnos en soltar animales en esas zonas porque la viabilidad de esas actuaciones, a pesar de que hagamos vivares o suplementemos con alimento al principio no tendrá sentido, mientras ese suelo no se recupere y sea capaz de volver a producir alimento para los animales liberados.

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